Lech Walesa y la revuelta en los astilleros Lenin marcó a Joaquín Navarro-Valls
Convirtió su atalaya en Roma en un profundo y renovador análisis sobre los entresijos de una Italia siempre desconcertante y a la vez aparentemente previsible. Tuvo interés en informar a fondo de todas las cuestiones de Ciudad del Vaticano. Fue un momento extrardinario el nombramiento de Juan Pablo I y su rápida muerte. Y la llegada de Juan Pablo II, Karol Wojtyla, con sus puños apretando en la piedra del balcón de la Plaza de San Pedro en su primer saludo.
La figura de Juan Pablo II le impactó desde el inicio a Joaquín Navarro-Valls. El Papa que llegó del Este, el Papa polaco, tuvo siempre a Polonia en su corazón. Por eso Joaquín quiso conocer lo que pasaba en Gdansk, descubrir la personalidad de Lech Walesa y la lucha en los astilleros Lenin y contarlo de forma desgarradora e impactante.
A Juan Pablo II esas crónicas, que se publicaron entonces en las páginas de huecograbado de ABC, le interesaron enormemente. Quiso conocer al periodista que las escribió. Fue la llamada que se hizo un día al presidente de la Stampa Estera, la asociación de corresponsales extranjeros en Roma. Joaquín quedó sin aliento. El Papa le había ofrecido convertirse en su portavoz con una dimensión hasta entonces no conocida. Inmediatamente viajó a Madrid. No podía perder la ocasión de un momento histórico que intuía. Guillermo Luca de Tena lo comprendió. Comenzó así un trabajo profesional que se prolongaría durante 22 años como portavoz primero de Juan Pablo II y luego Benedicto XVI.
Al jefe de prensa del Opus Dei le sucedió Federico Lombardi de la Compañía de Jesús. Joaquín siguió hasta el último momento pero una parte de su vida se cerró el 1 de abril de 2005 en la dramática conferencia de prensa en la que rompió a llorar ante una pregunta personal sobre sus sentimientos. Al día siguiente moría el Papa polaco.
Nacido en Cartagena (Murcia) en 1936, fue responsable de comunicación del Vaticano durante 22 años (de 1984 a 2006). Periodista y médico psiquiatra tuvo una relación muy estrecha con el Papa. Asumió retos y secretos con mediaciones con Fidel Castro y Mijail Gorbachov que grabaron la historia del siglo XX.
Apasionado del tenis, la aventura, las grandes exploraciones y los misterios del desierto, siempre fue un gran lector. Sus dos últimos años estuvieron marcados por el sufrimiento personal. Con su carácter rocoso no quiso que trascendiera. Falleció de un cáncer de páncreas. Se apagó la vida de quien fue testigo directo y colaborador más estrecho del gran Papa que cambió la historia de la Iglesia.
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