Puigdemont ha perdido los nervios tras el triunfo de Inés Arrimadas

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Cierre de 2017 con un cambio de fondo profundo donde nada es igual. No puede descartarse ningún escenario en Cataluña:

a) La destrucción mutua entre PDeCAT (derecha nacionalista independentista) y ERC (izquierda populista republicana e independentista).

b) La imposición por los independistas de Carme Forcadell como nueva presidenta del Parlamento de Cataluña en lo que sería un atropello democrático.

c) La imposibilidad de elegir nuevo presidente de la Generalitat.

d) La nueva convocatoria de elecciones.



Carles Puigdemont perdió defnitivamente los papeles. Al fracasar su intento de una investidura telemática, arremetió en un comunicado de Junts per Catalunya (JxCat) contra el propio Parlamento de Cataluña.

"No podemos aceptar que nadie impida la voluntad democrática de la gente", señaló el comunicado de JxCat  asegurando que Carles Puigdemont "es el gran vencedor de las elecciones" y negando así el triunfo de Inés Arrimadas como primera fuerza política en Cataluña en votos y en escaños. 

“Para que volviera el presidente se tenía que votar al presidente. La gente ya lo ha hecho. El que ha votado la gente no lo puede cambiar el Parlament”, insistió el arrogante comunicado de JxCat.

En esta insólita declaración de la lista de Carles Puigdemont se augura además que será investido presidente. "El Estado no lo puede impedir. Los catalanes tenemos claro que los problemas que ha generado el Estado los tiene que resolver el Estado. Solo hay un tipo de personas que no quieren que Puigdemont sea investido presidente: los que no creen en la democracia”, sentencia esta declaración.

Ciudadanos, Partido Socialista (PSC) y Partido Popular (PPC) han rechazado una investidura de Carles Puigdemont sin su presencia física. El Gobierno actuaría además ante un intento de modificación del reglamento con nuevo recurso ante el Tribunal Constitucional.

La cuestión de fondo es la ira del expresidente por haber sido derrotado por Inés Arrimadas.

La propuesta de Ciudadanos, liderada por Inés Arrimadas, tuvo un éxito generalizado. El partido creció en votos y escaños en las cuatro provincias. Por primera vez, se convirtió en primera fuerza en las circunscripciones de Barcelona y Tarragona, donde sacó casi seis y cuatro puntos, respectivamente, a la segunda formación más votada, que fue ERC.

Hubo además tres claves: éxito en Barcelona y las grandes ciudades (ganó en los diez municipios más poblados de Cataluña); se impuso en las elecciones en la ciudad de Lleida (feudo independentista); y duplicó el número de diputados en la provincia de Girona (la cuna política del expresidente).

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